Las vemos a diario, probablemente cruzamos alguna al día y más de dos a la semana, pero estamos tan acostumbrados a su presencia, que apenas les prestamos atención.
Hablamos de las puertas automáticas de cristal; las podemos ver en oficinas, supermercados, bancos, etc. Y probablemente tenemos todos una ligera idea de cómo funcionan estas puertas automáticas; sabemos que implican sensores y electricidad.
Pero ¿qué más hay detrás del mecanismo de estas puertas?
Un motor, un sensor y una corriente eléctrica
Lo cierto es que las puertas automáticas tienen un funcionamiento muy sencillo, emplean un sensor de presencia que indica a la puerta cuándo esta debe abrirse y cuándo debe cerrarse.
Aunque puede depender del tipo de sensor, lo habitual es que este se coloque sobre la puerta y en la parte inferior o a un lado de la misma, de manera que pueda detectar la presencia o movimiento que debe dar inicio a la apertura de las hojas.
El sensor va conectado a un grupo motor, que es el encargado de mover la puerta, es decir, de hacer que la hoja o las hojas se abran y cierren, estas hojas están colgadas sobre una guía, y mediante una conexión eléctrica se mueven a través de una correa dentada con finales de carrera (que son los topes de apertura y cierre y se pueden graduar).
Cuando hablamos de puertas automáticas de garajes o de cancelas, la orden de abrir o cerrar proviene del mando de control remoto, este emite una señal de radio, que recoge un receptor para abrir la puerta o cerrarla. Los sensores entran en juego en estas puertas para evitar que se cierren si hay un obstáculo en su camino, puesto que al detectar la presencia de dicho obstáculo, frenan su movimiento.
Pero lo que está claro es que, aunque el motor y la corriente eléctrica son esenciales para mover las hojas, son los sensores de movimiento para puertas automáticas los que hacen posible que estas se abran cuando una persona se aproxima a ellas.
Para ello crean una zona de detección de presencia, que al ser interrumpida por una persona que se aproxime a la puerta, dan la orden, a través de un sistema electrónico que incluye un microprocesador, al motor para que este abra la puerta. El cierre se produce cuando pasado un tiempo (configurable), el sensor ya no detecta presencia de obstáculo alguno en la zona de detección.
Tipos de sensores
Actualmente podemos hablar de dos tipos de sensores empleados para la apertura de puertas automáticas, ya que son los más usados, tanto si estamos hablando de puertas automáticas instaladas en comercios o en accesos a edificios, como si se trata de puertas para particulares, incluyendo las de garaje.
El primer tipo de sensor de movimiento para puertas automáticas es el sensor por infrarrojos activo.
Este sensor funciona con un transmisor y al menos dos receptores con sistemas ópticos integrados en un chip, de manera que se emite una señal entre transmisor y receptores que se rompe cuando el sensor detecta una persona u obstáculo, abriendo así las puertas automáticas.
Esta zona de detección se configura por puntos de transmisión que dependen de la distancia entre los emisores y el receptor. Si se quiere crear un área de detección más grande, es posible combinar varios puntos en un sistema modular.
El segundo tipo es el de los sensores de microondas. Estos sensores emplean ondas electromagnéticas emitidas por un transmisor de radiofrecuencia por encima de 1 GHz, dirigiéndolas con una antena variable hacia paredes, suelos y otras superficies, que las reflejan de vuelta al receptor manteniendo la frecuencia estable.
De esta manera, cuando una persona o cualquier objeto en movimiento se acercan hacia la zona de acción del sensor, la frecuencia emitida cambia al ser recibida y el sistema da la orden de abrir la puerta.
Hay sensores de microondas capaces de diferenciar entre objetos que se aproximan a la puerta y aquellos que están estacionarios en la zona de paso, manteniendo la puerta cerrada en esos casos.
Aunque existen otros tipos de sensores, por ejemplo, por detección de peso (como los que se emplean en algunas escaleras mecánicas para ahorrar energía), los sensores de infrarrojos activos y los de microondas son los que se emplean habitualmente en la instalación de puertas automáticas correderas o deslizantes de cristal. Elegir uno u otro sensor dependerá de la ubicación de la puerta, el volumen de circulación de personas y, en resumen, de las necesidades del cliente.
Sensores, una cuestión de seguridad
Más allá de la comodidad que supone una puerta automática, tanto en comercios y oficinas como en domicilios particulares, no nos podemos olvidar de la seguridad y los sensores son una parte fundamental de la misma, puesto que no solo hacen que la puerta se abra en el momento de aproximación de una persona, sino que evitan que la puerta se cierre cuando hay un obstáculo en su camino, evitando posibles accidentes.
En ese sentido, debemos tener en cuenta la potencia de los motores de las puertas y la fuerza con la que pueden llegar a cerrar las hojas; hasta el motor menos potente puede provocar lesiones en un atrapamiento y por eso, la instalación de los sensores, especialmente en puertas automáticas para domicilios, como puertas para garaje o cancelas, es sumamente importante y no algo que se pueda ignorar.
Si la puerta se está cerrando y un niño o una mascota cruza por delante, el sensor frenará la puerta antes de que la hoja llegue a tocarlos.
Puede ser tentador pensar en ahorrarse un dinero y no instalar sensores de movimiento en una puerta automática para un garaje, pero si no queremos sufrir accidentes, que pueden llegar a tener graves consecuencias, se deben colocar siempre estos sensores.
En definitiva, como hemos visto el funcionamiento de los sensores de las puertas automáticas es relativamente sencillo, aunque no por ello menos sofisticado y útil. Además, gracias a esta tecnología no solo es posible que puertas muy pesadas se abran y cierren con facilidad, sino que también es una medida más de seguridad para evitar accidentes.